Al igual que en Asia y Europa, en Sudamérica también existieron grandes guerreros. Entre ellos estaban los legendarios Chancas que, según fuentes históricas, eran muy sanguinarios, al momento de pelear.
El apogeo expansivo de los Chancas se produjo entre los años 1200 y 1438. Habitaron la región de los departamentos de Ayacucho, Huancavelica, parte de Junín y Apurímac, en el Perú.
El territorio, donde se ubicaba esta cultura, era un lugar estratégico desde el que dominaban el territorio y con cierta facilidad podían desarrollar acciones defensivas.
El ejército Chanca disponía de armas como los mazos hechos a base de piedra, con bordes redondeados o en forma de estrella. También utilizaban hondas de diversos tamaños.
Cuando capturaban al enemigo lo hacían prisionero de guerra. Lesa daban crueles castigos para demostrar que no debían enfrentarse con ellos y, estando aún con vida, les arrancaban la piel. Los colgaban de cabeza para que la sangre se concentre en la parte superior del cuerpo y les hacían unos pequeños cortes en la parte frontal de los dedos de los pies: desde ahí comenzaban a arrancarle la piel poco a poco, mientras el prisionero daba gritos despavoridos.
Otra manera de intimidar al enemigo era haciendo copas hechas de los cráneos de los prisioneros en donde bebían sangre.
En 1438, el caudillo Ancu Hualloc reunió a 40 mil hombres de guerra y emprendió la conquista del Cusco. Avanzó victoriosamente hasta rodear la ciudad. El inca Viracocha y muchos personajes de la nobleza huyeron en dirección al Collasuyo (sur) y cundió la desesperación hasta que el príncipe Cusi Yupanqui (Pachacútec) encabezó la resistencia. Mientras lograba reunir aliados, ofreció la paz a los sitiadores, peros estos rechazaron la oferta.
Una batalla se libró en Yawarpampa -Campo de sangre-, que ganaron providencialmente los cusqueños por la llegada oportuna de fuerzas amigas.
El caudillo chanca no se dio por vencido y reunió a 8 mil combatientes en Challcumarca y Suramarca y reanudó la guerra, esta vez para recuperar los territorios perdidos. Viéndose en inferioridad de fuerzas, optó por escapar hacia la selva, siguiendo el curso del río Urubamba.
Sus restos arqueológicos más impresionantes son: "Inca Raqay" en las riberas del Mantaro, al norte de Huanta; la fortaleza de Sondor, el Centro Metalúrgico de Curamba y el Inti Huatana en Uranmarca, estratégicamente ubicados en los paraje más bellos de la actual provincia de Andahuaylas.
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