Víctor fue el nombre asignado por su tutor oficial a un adolescente salvaje encontrado en la región francesa de Aveyron en los últimos años del siglo XVIII. Su caso fue el más seriamente estudiado y el mejor documentado de todos los de este tipo.
A finales de septiembre de 1799 tres cazadores encontraron en los bosques de Caune (en el Languedoc francés, cerca de los Pirineos) a un niño desnudo, al que lograron capturar y al que dejaron al cuidado de una viuda, encerrado en una cabaña cercana. Aparentaba unos once o doce años y ya había sido avistado antes por la zona recogiendo bellotas o buscando tubérculos con los que alimentarse. Al cabo de una semana logró escaparse, retornando a las montañas, donde soportó el riguroso invierno de aquel año apenas cubierto con una camisola desgarrada. Por las noches se ocultaba, pero durante el día se acercaba a veces a algún pueblo de los alrededores, en uno de los cuales, del cantón de St. Sernin, se introdujo en una casa deshabitada, donde volvió a ser capturado. Allí se le atendió y se le vigiló durante varios días, siendo llevado luego al hospital de Saint-Afrique y posteriormente a Rodez, donde estuvo varios meses. Durante todo este tiempo se mostró salvaje y esquivo, impaciente e inquieto, siempre atento a la posibilidad de escapar de nuevo. La noticia de su existencia se difundió rápidamente por la Francia recién salida de la revolución, provocando todo género de conjeturas y expectativas. Un ministro del gobierno con inclinaciones científicas ordenó el traslado del muchacho a París, a donde llegó a finales de septiembre de 1800, con la esperanza de que el estudio de su caso pudiese ampliar los conocimientos sobre la mente humana.
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